Cada vez más, esta primera legislatura de José Luís Rodríguez Zapatero recuerda a aquella última de Felipe González, cuando los casos de corrupción ocupaban, día sí, día también, las portadas de todos los periódicos e informativos. Menos mal que ahora no hay ministros implicados, porque si entonces los escándalos salpicaron sobre todo al Partido Socialista, en estos últimos años caen todos, y de todos los colores políticos.
Parece que tras el “caso Malaya” los fiscales y las fuerzas policiales se han lanzado a investigar aquello que desde hace años forma parte como poco del imaginario popular de España. Nadie se sorprende por la corrupción, todos contemplan la posibilidad de que exista, y no son pocos los que aseguran conocer con nombres y apellidos a los corruptos, o peor aún, haber presenciado con sus propios ojos casos concretos de pago de comisiones ilegales. Preguntando apenas a media docena de personas en la calle Real, Crónicas ha encontrado dos testimonios que de forma más o menos directa reconocen haber vivido de cerca el fenómeno que con tanta naturalidad se acepta en nuestro país.
El pretexto para preguntar a ciudadanos y políticos sobre el tema - la detención este miércoles de 16 funcionarios y técnicos municipales del Ayuntamiento de Madrid por cobrar, presuntamente, comisiones de hasta 20.000 euros por agilizar los trámites de apertura de comercios y locales, además de retrasar expedientes sancionadores.
Con esta noticia, los grandes escándalos en las administraciones locales ya no afectan exclusivamente a las competencias de urbanismo y ordenación territorial. Esta vez se trata de algo mucho más mundano, como la concesión de licencias de apertura. Así las cosas, quién sabe si no en mucho tiempo estalla alguna trama en relación al otorgamiento de contratos públicos, o sobornos a inspecciones de todo tipo. Porque es precisamente esa corrupción mundana la que aceptamos casi de buen grado, resignándonos al cáncer y dando por muerto el paciente.
En Alemania no pasaría
Algunos incluso tratan de justificar en cierta medida a los “pobres” funcionarios, como Juan G. T., que pese a rechazar la corruptibilidad de los trabajadores de lo público, busca argumentos en la mala situación económica para explicar de alguna forma lo que empuja a estas personas a delinquir. Asegura además que “en un país como Alemania no pasan estas cosas”.
“Hay ciudadanía que se está prestando a estas cosas por situaciones económicas del país. Hay gente que se siente débil, no le importan los principios. La renta per cápita del individuo no le llega, y por este motivo pasan estas cosas demenciales”. Así lo ve Juan. Por supuesto que no defiende a los corruptos, pero busca atenuantes. En cualquier caso, dice estar sorprendido por la actuación de los funcionarios. “Ya en la propia administración va uno y se siente coaccionado”. Así, de hecho, empezó la investigación policial, cuando un vecino de Madrid denunció la situación tras ser “invitado” a pagar una comisión para agilizar los trámites. Como buen lanzaroteño, al hablar de corrupción enseguida surge el tema de los planes generales.
“Estamos integrados en Europa, y todavía necesitamos subir despacio los escalones hacia Europa. Alemania, por ejemplo, también tiene casos de corrupción, pero tienen prontitud a la hora de resolverlo, y rectitud respecto a las administraciones públicas. Porque en definitiva es lo que van a heredar nuestros hijos - la forma de hacer las cosas, la forma de trabajar, y la forma de la rentabilidad” social.
“Con nombres y apellidos”
Con la pregunta si tramas similares a la de Madrid pueden suceder en Lanzarote seguimos preguntando en la calle Real. “No creo que sean sólo 16 funcionarios en Lanzarote, son muchos más. Aunque aquí muchos son obligados por los de arriba. Porque los que dirigen todo son los políticos”. Es la respuesta de Manuel Torrebas. “Hay casos en Lanzarote que son muy concretos. Se sabe los ayuntamientos que son y las personas que son, con nombre y apellidos”.
¿Y los turistas del resto de España que piensan? Nos encontramos con una pareja, y Guadalupe, que no quiere desvelar su apellido, no duda en reconocer que trabaja en la construcción y que “eso pasa en todos los sitios”. Y no lo dice por hablar. “No pondría la mano en el fuego por ninguno, pero lo sé a ciencia cierta”. Ese “no pondría la mano en el fuego” resume muy bien la actitud del ciudadano hacia lo que podríamos llamar como la corrupción mundana, casi natural.
¿Alguien descarta que pueda ser un fenómeno más o menos generalizado y naturalizado? No es lo piensa la calle. “No lo puedo afirmar, pero sospechas hay”. Lo dice un vecino de aquí, Mariano Stinga. Otra lanzaroteña, Lidia, cree que “si pasa en Madrid, aquí también podría pasar”.