Fotos: Jose Curbelo
Una verdadera obra de arte es aquella que modifica de alguna forma la conciencia de quien la recibe. Eso es lo que defiende Ángel González Quesada, el nuevo ganador del Premio Leandro Perdomo, que este año celebra su sexta edición. Y eso es lo que pretende cuando se sienta a escribir. Ayer, rodeado de alumnos de 4º de la ESO del IES de Teguise, pudo comprobar si lo ha logrado. El Palacio Spínola fue el escenario elegido para acoger el encuentro entre el autor y un grupo de chavales que llevan varias semanas trabajando el texto ganador del escritor salmantino, “El azar y el exceso”.
González Quesada les explicó su forma de entender la literatura y sus motivaciones a la hora de escribir: “Invento historias para comunicarme con los lectores sobre temas que me preocupan”. La lealtad, el sentido de la justicia, la culpa, el amor, la nostalgia, la tortura o la dificultad para pedir perdón, son algunos de los temas que el escritor aborda y disecciona a lo largo de los quince relatos que forman esta pequeña novela. En sus páginas hay historias de bandas de sicarios (las maras) que eliminan a los mendigos de las calles, y de niños que viven en las favelas y se ven obligados a transportar droga, limpiar parabrisas o prostituirse.
El “azar” y el “exceso” están presentes en toda la obra, tal y como reconoció el propio autor. Sin embargo, González Quesada aclaró que “desde un escenario o desde un libro no se puede sermonear a nadie”. En su opinión, el 90% de lo que se publica no tiene nada que ver con la auténtica literatura: “las grandes obras de la literatura deben hacer que el mundo cambie para quien las lee”. Por ello, advirtió a los adolescentes de que las obras de arte no pueden confundirse con las obras de consumo. Éstas últimas “no te hacen reflexionar, ni te modifican”, explicó.
Los alumnos, por su parte, le hicieron llegar sus preguntas acerca de la novela y le transmitieron algunas de las sensaciones que habían experimentado durante la lectura de la misma. González Quesada puede estar satisfecho. Lanzó “una botella al océano con un texto dentro, esperando que algún náufrago la encontrase y la destapase”... los chavales de Teguise se toparon con esa botella en sus aulas, leyeron el mensaje que escondía en su interior y ayer se encontraron frente a frente con la persona que lo escribió. De sus preguntas se desprende que sus palabras les “llegaron” de alguna forma, les “tocaron” y les hicieron reflexionar.