martes. 22.04.2025

Fernando Gómez Aguilera presenta en esta entrevista la exposición que el 29 de junio inaugura la Fundación César Manrique y que estará abierta al público hasta el próximo 10 de septiembre. En ella se mostrarán treinta y dos obras, entre ellas dos murales. Además podrá verse una treintena de fotografías de la época que documentan el trabajo creativo interdisciplinar del artista y diversos aspectos de su vida, tanto en Lanzarote como en Madrid.

Usted ha dicho en varias ocasiones que César Manrique no ha recibido el reconocimiento que debiera en la Historia del Arte española. ¿Por qué esa falta de consideración?

Se debe a un conglomerado de razones que oscilan entre la pereza de los historiadores del arte y la singularidad de la personalidad creativa de Manrique, ajena a las categorías críticas de la historiografía convencional. Se trata de un artista polifacético, muy original y transversal, que se escapa a la reducción de los géneros: De la pintura, a la arquitectura, al paisajismo, a la escultura, a la decoración o a la misma ambientación... Es un artista fuera de catálogo, que participó tanto de la estética de la naturaleza como, en una perspectiva moderna, del funcionalismo y de la fusión e integración de las artes en torno a los espacios del paisaje y de la arquitectura. Es una de las características centrales de su arte público. Esa complejidad de su arte de habitar cosmopolita, paradójica en ocasiones, no exenta de polémica, ha sido malentendida e incluso se ha trivializado.

¿Esto está cambiando en los últimos tiempos?

Sí, se están produciendo giros notables en la recepción de su propuesta artística, que le hablaba más a nuestro tiempo tardomoderno que a su época, a la que desbordó. Manrique es un artista social inusual en nuestro país, que obliga a pensar las cosas de otra manera, aunque sea para discrepar razonadamente.

La exposición se centra en el periodo comprendido entre 1950 y 1957, cuando Manrique rondaba los 30 años. ¿Qué tiene de especial este periodo en la vida y obra del artista?

Es su etapa de formación. Son años cruciales que determinarán su perfil como artista moderno. Además de vincularse a la renovación del arte que se produce en el medio siglo español y de ser uno de sus agentes activos, o sea, de estar en la pomada en aquellos años difíciles de una España miserable, Manrique fue un icono cultural en el Madrid de entonces, un artista de moda. Colaboró intensamente con los arquitectos, diseñó muebles, hizo numerosos grandes murales, realizó ambientaciones y proyectos de interiorismo muy renovadores y asoció, ya por entonces, su pintura al discurso de la naturaleza insular. Su casa se convirtió en uno de los centros sociales y culturales de referencia. Y ya por estos años dota a la Isla de su retrato moderno, además de iniciar su compromiso con el turismo, el territorio y los espacios públicos insulares. Aquí está el germen de todo Manrique, prácticamente, excepto lo que le añadirá su estancia en Nueva York.

¿La exposición contará con un catálogo?

Este proyecto, que completa la exposición antológica que el año pasado dedicó a la pintura informalista de Manrique el IVAM de Valencia, responde a un amplio trabajo de investigación de más de dos años, que se refleja en un documentado catálogo de más de trescientas páginas. En el libro, se publican en torno a doscientas imágenes de apoyo, buena parte de ellas inéditas. Los textos críticos del comisario y de Eugenio Carmona, catedrático de Historia del Arte en la Universidad de Málaga, estudian la obra de Manrique en la década de los cincuenta y la ponen en relación con el contexto histórico, apuntando nuevas perspectivas críticas, que señalan el relevante papel que jugó César Manrique en la renovación del arte español de los cincuenta mientras vivía en Madrid.

Usted ha comentado que a través de esta muestra podremos saber lo que Manrique ya estaba pensando en aquellos años para Lanzarote. ¿Puede adelantarnos alguna de esas propuestas?

En el catálogo, que no en la exposición, se documentan sus primeros pasos en lo que concierne al proyecto Lanzarote que fue madurando con el tiempo y que luego pondría en práctica con el apoyo del Cabildo insular y de un valioso y entregado grupo de colaboradores que lideró. Emerge su conciencia territorial al tiempo que enmarca su obra en el cosmos insular. Se pronuncia en los cincuenta, con frecuencia, y en términos críticos, sobre la arquitectura que se está construyendo en las islas y reivindica formas modernas alejadas del tradicionalismo. La deficiente situación de la capital, Arrecife, provoca sus primeros comentarios sobre urbanismo y, así, en 1957, reclama en la prensa la necesidad de “crear una conciencia insular de lo que realmente debe ser el urbanismo”. Defiende el paisaje y los atractivos de Lanzarote y la conveniencia de ponerlos en valor para facilitar el turismo, e interviene en espacios públicos, como el jardín infantil del parque Ramírez Cerdá, al tiempo que sugiere intervenir en Jameos del Agua. Ya está aquí el artista implicado en lo comunitario, que defiende la integración de la arquitectura en la naturaleza y que mira al patrimonio con voluntad moderna, el artista visionario que fue siempre.

¿Nos sorprenderán las expectativas de Manrique teniendo en cuenta la evolución que ha experimentado la Isla o se acomodan, de alguna forma, la visión del artista y la realidad actual?

A Manrique el Lanzarote de hoy le pondría los pelos de punta. Poco o nada tiene que ver con sus deseos y su visión sobre este lugar. Su proyecto de isla ha sido pervertido y el horizonte de futuro no hace sino acentuar la distancia y el riesgo. Sin duda, su voz sería hoy extremadamente crítica con la gestión política de los últimos años y con el crecimiento turístico y la banalización creciente que sufre la Isla por las embestidas del dinero y la incapacidad de las administraciones públicas para reorientar las tendencias actuales basadas en una tan ciega como huera mitología del crecimiento por el crecimiento, y la imitación de lo global por la imitación. Donde él y sus compañeros pusieron entusiasmo, entrega e imaginación, hoy encontramos adocenamiento, conformismo y pereza, una radical incapacidad para dar respuestas contemporáneas eficientes, creativas e inteligentes. El modelo del mercado mundializado no es el modelo que César Manrique quiso ni pensó para la Isla desde el arte y la cultura.

¿Qué tipo de obras vamos a ver? ¿Qué formas de expresión y estilos?

Podrán verse pinturas de sorprendente fuerza lírica y emocional, pinturas delicadas, que responden tanto a una figuración moderna, influida por Picasso y la Escuela de París, como al avance hacia la abstracción desde las poéticas del arte concreto. Los murales muestran una gran energía plástica, y las fotografías completan el perfil complejo del artista y dan testimonio de obras y prácticas creativas desaparecidas. Las escenas relacionadas con Lanzarote reflejan el mundo marinero, el paisaje insular, la arquitectura y las gentes, a través de un estilo muy literario y sensorial, rebosante de colorido y de formas nuevas, hasta conformar una especie de retablo insular, verdaderas pinturas modernas de país, que traducen la personalidad arquetípica de la Isla. El suyo fue un arte volcado en la vida, arraigado en su isla, alegre y festivo, pensado para hacer más feliz a la gente, para habitar el mundo con mayor placer y para celebrar la fortuna de vivir.

Gómez Aguilera: “El arte de Manrique estaba volcado en la vida, arraigado en su isla y...
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