Joaquín Herrera dirige el centro penitenciario de Lanzarote desde diciembre de 2005. En esta entrevista reflexiona acerca de los obstáculos que los presos encuentran para lograr la reinserción social y apuesta por las políticas de prevención para frenar el crecimiento de la población reclusa en nuestro país. Herrera también analiza los cambios que experimentará la prisión de Tahíche en los próximos dos años gracias a las obras de ampliación que comenzaron el mes pasado.
- Al finalizar las obras, que costarán 17.484.717 euros, el centro contará con cuatro módulos residenciales, un módulo de aislamiento, un departamento de ingresos, un módulo de enfermería, un módulo para mujeres, cuatro patios de recreo y deportivos, un área deportiva de usos múltiples, un salón cultural multiusos, cuatro talleres ocupacionales (uno por módulo), una biblioteca, un centro educativo y un Centro de Inserción Social (CIS) para 50 internos de tercer grado. ¿Esto es así?
- Así es. El CIS hace mucha falta para que los internos en tercer grado puedan tener un régimen abierto, ya que su sistema de internamiento y de vida es completamente diferente al resto de los internos. Estarán aparte, con sus profesionales específicos y separados del resto de la población reclusa. El CIS podrá estar ubicado aquí al lado o en algún otro lugar.
- Ahora mismo, ¿cómo viven los internos en tercer grado?
- Están dentro del recinto de la prisión, pero fuera de los límites internos y no se relacionan con los internos de segundo grado y el resto. Dependiendo de cada caso, pueden dormir aquí y pasar el día fuera, o dormir en su casa y presentarse aquí cada quince días. Por lo general, trabajan fuera y duermen aquí.
- Entonces, esta prisión no es sólo preventiva, sino que hay personas cumpliendo condena.
- Efectivamente. De los 183 internos que hay en la prisión, 69 están penados.
- La prisión tiene capacidad para 70 personas, ¿cómo se las apañan para acoger a 113 internos de más?
- Pues no me canso de decir y de agradecer a todos los funcionarios del centro la paciencia que tienen para organizar una celda que es para tres personas y en la que, sin embargo, viven doce. El juez no mira si las celdas son de tres o de doce, ordena un ingreso y nosotros tenemos que cumplirlo y buscar sitio de donde sea. Había tres literas, y como en cada litera se pueden añadir tres camas, ahora hay doce. Pero también tengo que agradecer el comportamiento de los internos. Nosotros hacemos lo que podemos, y ellos se comportan muy bien en general.
- No suele haber conflictos.
- No, es una prisión muy tranquila. ¿Cuáles son los conflictos propios de un centro penitenciario? Reyertas, sobre todo. Pero aquí no hay demasiados problemas.
- Con las nuevas instalaciones se solucionará el problema actual de la aglomeración, pero también resolverá el asunto de la dispersión de los presos residentes en Lanzarote que actualmente cumplen condena en otras cárceles del Archipiélago o la península porque aquí no caben.
- Eso no depende de nosotros, sino de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias dependiente del Ministerio del Interior. Pero lo que sí es seguro es que a partir de ese momento todo el que, siendo de aquí, venga a esta prisión, ya no tendrá que irse fuera.
- ¿En qué medida está afectando al centro la llegada de cayucos a las costas de Fuerteventura y Lanzarote?
- Ya no afecta a nadie. Antes sí, pero ahora con los juicios rápidos se ha avanzado mucho.
- Les extraditan directamente.
- Sí, así es.
- ¿Ya no van a prisión los “capitanes de barco”?
- No, tampoco.
- Con las nuevas instalaciones, ¿cambiará la normativa interna?
- No tiene por qué. Habrá alguna nota informativa, pero la normativa general se mantiene.
- Se necesitará aumentar el personal y quizás también otro tipo de profesionales que ahora no existe para atender las nuevas infraestructuras.
- Habrá el mismo tipo de profesionales, pero en mayor cuantía. Ahora hay un psicólogo y después se necesitarán dos, ahora hay un médico o dos y después habrá tres. Pero los profesionales serán los mismos que están ahora.
- Personalmente, ¿cómo vive la transformación cuantitativa y cualitativa que va a experimentar el centro?
- Para mí esto ha sido un reto, del que no tenía necesidad, pero así ha sido. Sé que vamos a tener muchos problemas durante el cambio. Por ejemplo, vamos a tener que contratar un catering durante el primer año, y vamos a tener que llevar la ropa a lavanderías de fuera, hasta que vuelvan a construir las instalaciones en las que ahora se cocina y se lava. La cocina, que estaba pensada para dar de comer a 70 personas, va a tener que atender a 350, como mínimo.
- ¿Cómo llega alguien a querer ser director de una cárcel? ¿Le gusta su trabajo?
- Yo soy un funcionario de Instituciones Penitenciarias, y si me llaman para estar aquí, moralmente yo me veo obligado a estar aquí. Yo soy un funcionario, si no me gustase daría igual.
- La línea que separa la cárcel y el exterior está muy marcada en nuestra sociedad, así como las personas que están dentro y las que están fuera...
- Ése es un fallo de la sociedad. Mira esto como una enfermedad de la sociedad, que debe poner los medios preventivos para que esto no ocurra. Se evitarían muchas entradas de internos si la sociedad - y aquí hablo de los ayuntamientos, los cabildos, etcétera - actuara desde la prevención para evitar que esto ocurriera. Un día un preso me comentó: “hombre, si a mí me dieran su sueldo o su casa, seguramente no hubiese delinquido”. Hay que dar posibilidades a la gente para potenciar y desarrollar sus capacidades y para cubrir esas necesidades que les llevan a delinquir. Hasta la propia directora general ha dicho que las cárceles están saturadas, y eso no es un secreto para nadie. La de Lanzarote no es menos. En 1980 el centro penitenciario de Arrecife tenía 10 personas internas y estaba preparado para 60. Hoy hay 180 internos y sigue preparada para 60. Estamos saturados porque ha habido un incremento cuantitativo. Pero esto no ha sucedido sólo en Lanzarote. Desde 1983 hasta 1993, en nueve años, la población reclusa de España se incrementó el doble. De aproximadamente unos 15.000 internos se pasó a unos 30.000.
- Por lo que dice, la cárcel sigue siendo un lugar al que van los marginados, los sectores de la sociedad con un nivel económico más bajo y sin posibilidades de acceder a una vida mejor y más digna.
- Dirigir un centro penitenciario te permite ver los problemas que la sociedad no ha sabido resolver o no ha sabido afrontar, como es la droga, la enfermedad mental, las crisis de familia, el desarraigo, la soledad, el fanatismo, la marginación... lo he escrito todo, porque me ha llevado un tiempo pensar estas cosas, y lo voy anotando.
- Entonces, las cárceles no reinsertan.
- La reinserción debe de empezar en la calle. Cuando alguien va al médico es porque ya se encuentra mal. Aquí el que entra, es porque ya está enfermo, entre comillas.
- Si hubiese tenido unas condiciones de vida diferentes, quizás nunca se hubiese visto en la necesidad de delinquir...
- Exacto. Hay demasiado sufrimiento humano, tanto a un lado del muro como al otro, tanto fuera como dentro. Y hay que ser poco humanos para mantenernos insensibles a ello, tanto fuera como dentro. Lo que ocurre es que aquí dentro lo vemos más porque lo estamos tratando diariamente. Y fuera, ustedes y yo, sabemos que hay personas que están sufriendo, pero, ¿cuántos dedos movemos? Procuran que no les pidan el dinero, que no se acerquen al coche porque igual se lo rompen, y si les van a pedir un trabajo pero tienen un determinado aspecto o no está preparado, porque la sociedad no le ha preparado, pues no le dan ni trabajo. Y si es alguien que ha estado preso, la puerta se cierra. Es un problema que la sociedad no ha resuelto y quiere que las prisiones lo resuelvan.
- ¿Dónde está el comienzo de la solución?
- Hay políticos. Políticos pensantes que cobrar para tratar de resolver los problemas de la sociedad, y eso es un problema de la sociedad. Claro, que no lo saben hasta que no le afecta directamente a un primo o un sobrino.
- Las cárceles están muy al margen del resto de la sociedad.
- Yo concretamente he ido a pedir ayuda, y de esto hace ya ocho meses, a instituciones oficiales para decirles que esto es un problema social: “ustedes gobiernan en la sociedad y tenemos aquí internos que pertenecen a su municipio o a su Isla, colaboren con estos internos que cuando salgan van a ir a sus pueblos”. Si un trabajador social de San Bartolomé, por ejemplo, viene aquí y ve a los internos de San Bartolomé, conocerá sus problemas, y cuando salgan a la calle, continuará ese seguimiento. Y si alguna de esas personas quiere aspirar a trabajar como jardinero para el Ayuntamiento de San Bartolomé, habrá un trabajador social que podrá informar al Consistorio sobre su situación y reforzar su reinserción en este ámbito.
Dicen que la prisión no reinserta. Pero nosotros no estamos solos en el mundo, somos sólo un eslabón dentro de una sociedad.
- Para terminar, me gustaría saber qué les diría usted a aquellas personas que pronuncian alegremente aquello de “qué bien se vive en la cárcel”, cuando ven en los medios de comunicación las instalaciones de los centros penitenciarios españoles. Porque a veces parece que se nos olvida que las personas que están en la cárcel están privadas de una de las cosas más importantes para el ser humano...
- Por muy bien que se esté, no tiene valor la privación de libertad. Se vive bien dentro de las posibilidades de vida que se tienen en un centro penitenciario. Claro, si nos comparamos con los centros de los países menos desarrollados, estamos bien. El centro de Lanzarote, a pesar de la masificación, está bien. Se come muy bien, la ya mencionada paciencia de los funcionarios y de los internos fomenta un buen ambiente, es una población pequeña, nos conocemos todos, nos vamos a ver en la calle, y todos sabemos lo que está mal y lo que está bien.