Heredero del talento y la pasión por la música, confiesa que es un perfeccionista incorregible. Da forma a las notas como si fueran de plastilina y cree que si algo no puede definirse, eso es la música. Tiene ese punto de poeta y soñador que caracteriza a los que son capaces de crear, aunque asegura que vive cada minuto del presente con los pies sobre la tierra. Es ambicioso, inquieto y luchador. Le da igual tener delante a una persona, a un millón o a la vida misma; él siempre mira a los ojos, como intentando desnudar y descubrir aquello que hay detrás de lo que clava su mirada. Aunque no es tarea fácil abrir su corazón, si Toñín se descuida y nos deja asomarnos en su cartera podemos hacernos una pequeña idea de lo que será empezar a conocer a este gran músico: familia, talento, orden dentro del desorden y sencillez.
Fotos: Dory Hernández
-Puede que sobre hacerle esta pregunta al hijo de Antonio Corujo, sobrino de Florián y que además cuenta con otros muchos antecedentes musicales en su familia, pero, ¿cuándo supo que la música era lo suyo?
-Ni me acuerdo. Creo que tendría unos cuatro años cuando, en la barbería de mi padre, empecé a tocar la guitarra. Era tan pequeño que hacía música tocando las cuerdas al aire porque no tenía fuerza. Vengo de una familia de músicos así que desde muy muy joven los instrumentos me llamaban la atención.
-No le pillará por sorpresa entonces si pronto escucha eso de “papá, quiero ser músico”...
-Mis hijos también llevan la música en la sangre. El mayor tiene 18 años y es capaz de tocar cualquier instrumento que se proponga aunque su pasión es mezclar música, es un DJ muy bueno y mezcla temas de una manera innovadora, hasta hace remezclas con algunas de mis composiciones. Mi hija pequeña toca el piano y el violín desde muy pequeña.
-Es usted amante y profesor de decenas de instrumentos. ¿Cuál es el ojito derecho de Corujo?
-No podría quedarme con uno sólo, me niego a quedarme con uno sólo. Es más, reconozco que mi frustración es no tocar más.
-Compone, enseña, canta. Suena a rock, jazz, tango y folclore. ¿Cómo puede abarcar tanto?
-Porque es mi pasión y no concibo mi profesión y mi vida si no fuera así. De hecho mi aspiración es poder abarcar todo con la música, referirme a todo y llegar a todo el mundo.
-La desinhibición de tocar con cuatro amigos, el vértigo de subir al escenario ante cientos de personas o el sentimiento de orgullo porque a un pequeño le entró el gusanillo por la música al escucharte. ¿Con qué se queda?
-No sólo me quedo con todo sino que tengo la grandísima suerte de tener todo eso. Dos de mis más grandes conciertos fueron el del Womad 2005 y cuando actué en la Cueva de Los Verdes. Fueron dos momentos increíbles para mí pero no tienen nada que envidiarle a cuando tocaba en las calles de Paris o cuando lo hago en el salón de mi casa, con los míos.
-En numerosas ocasiones ha dejado claro que ni quiere ni puede definir su estilo. ¿Qué es para usted la música?
-La música es el sonido limpio, preciso y exacto. Es cierto que ni quiero ni puedo definirla porque sólo la hago, la siento. Cuando estoy tocando o componiendo entro en una especie de trance, empiezo por un punto pero todo lo que voy a sacar a relucir ya estaba dentro de mí y aparece entonces sin que nadir le llame.
-¿Qué significa el folclore para usted?
-Yo nací dentro de una familia de folcloristas que llevan en esto siglos y siglos. Me siento parte integrante y no tengo una visión de qué es lo que significa, no tengo una visión sociológica del folclore. Tengo una visión vivencial. Del mismo modo que me resulta difícil definirme a mí, también me resulta casi imposible definir el folclore. Para mí es una necesidad vital.
-¿Y si tuvieras la posibilidad de compartir escenario con uno de los grandes?
-Keith Jarrett, que no es folclórico pero sí es un músico impresionante.
-¿Es una misión imposible abrirse camino en el mundo de la música?
-Es una lotería (risas). Realmente no es abrirse camino porque es un cúmulo de casualidades. Yo me considero afortunado pero se trata también de estar en el sitio adecuando momento adecuado. Eso sí, siempre moviéndose porque nadie va a ir a buscarte a casa y siempre mirando hacia delante y creando cosas nuevas porque quedarse en lo que ya se hizo o ya pasó no tiene ningún sentido. La suerte del músico es que vive con la música, vivir de ella es sólo producto de la casualidad.
-Una gran lección. ¿Y cuál es la más grande que usted ha aprendido como profesor?
-Aprendo cada día de las ideas y forma de ser y actuar de mis alumnos y de las personas con las que me topo en esta vida. Además, incluso cuando estoy enseñando me sorprendo a mi mismo dando consejos que realmente me estoy dando a mi.
-¿Su asignatura pendiente?
-Grabar un disco cantado. Bueno, en realidad tengo muchas más asignaturas pendientes, ya confesé que mi sueño es poder abarcarlo todo (risas). Aún tengo montones de instrumentos por descubrir, de música de la que beber, de vivencias con las que inspirarme.
-¿Qué le espera a Toñín en los próximos meses?
-Seguiré a pie de cañón en la escuela, rodeado de mi familia, componiendo y tocando. Estoy también preparando un proyecto sobre mi padre, en su faceta de cantador y recitador. Quiero hacer un trabajo discográfico sobre sus temas pero centrado en las coplas de Víctor Fernández Gopar, el gran Salinero de Yaiza.
El templo de la música
Cuando se tiene delante a alguien que ha comenzado a impartir clases con tan sólo 14 años, la certeza de que se está frente a un maestro no le deja sitio a la duda. Ni siquiera recuerda qué edad tenía cuando cogió entre sus manos el primer instrumento para hacerlo vibrar. La herencia familiar, la pasión y ese sexto sentido que sólo tienen los artistas se han unido para configurar a uno de los músicos más emblemáticos de la Isla. Amante de Canarias, de las pequeñas cosas y de los grandes retos. Para Corujo es tan gratificante crear como enseñar y confiesa que desde que abrió las puertas de su escuela, entrados los años 90, no ha parado de aprender ni un solo día.
Profesor de violín, guitarra, canto, timple, piano, saxofón. Escuchan sus lecciones niños de 3 años y personas de 70. Por las mañanas, a media tarde y durante los fines de semana. Las puertas del templo de la música están siempre abiertas y llenas, porque si algo consigue la música es llenar hasta los silencios más abismales.