Aunque esta semana se rozaba el esperpento con la noticia de un niño de 4 años implicado en el robo que cometía su padre, que decidió llevarse consigo al pequeño a la hora de realizar una atraco, lo cierto es que la edad en la que se comienza a delinquir en este país ha llegado a unos límites ciertamente preocupantes. Los casos de niños que agreden a compañeros de trabajo, a sus propios padres o que se ven envueltos en pequeños hurtos o rotura de mobiliario urbano están hoy por hoy a la orden del día. Por ello, el candidato popular al gobierno del Estado, Mariano Rajoy, ha prometido rebajar la edad penal de los menores de 14 a 12 años en casos de especial gravedad o multirreincidencia (en la actualidad la Ley de Menor afecta a los adolescentes de 14 a 17 años).
Elena Ortega es psicóloga y ha trabajado con niños problemáticos y asegura que “con doce años no se es consciente de estar realizando un delito porque falta una labor educativa previa para el desarrollo moral que en ese momento todavía no está en su punto álgido”.
Piensa que “el acoso escolar ha existido siempre pero no en el nivel de gravedad que nos estamos encontrando ahora y según las investigaciones, esto se debe a que existen malas pautas educativas por parte de los padres que implican permisivismo, negligencia y una sensación de que no se pueden poner castigos ni límites a los niños porque eso les va a traumatizar y sin embargo, estamos consiguiendo el efecto contrario, no les estamos ayudando a asumir sus propias responsabilidades”. Dice que “esto también ha conseguido que la escuela se haya separado más del ambiente familiar y se haya visto perdida y sin apoyo de los padresr”.
¿Qué piensa el niño agresor?
“En esta edad tiene una influencia importantísima la presión social, el grupo ejerce más presión y se tiende a ir en contra de la autoridad de los padres, lo que supone un proceso normal pero el problema viene cuando las personas que rodean al niño tienen un nivel bajo de desarrollo moral”, comenta la psicóloga. Explica que “en estos casos, los menores tienen una visión egocéntrica del mundo y no se les pasa por la cabeza nada cuando están agrediendo a sus compañeros o a sus propios padres ya que no han trabajado la asunción de responsabilidades ni el desarrollo moral”. Sin embargo, no se puede culpar al menor porque como comenta Ortega, “esto viene de atrás, de no haberle puesto límites antes porque cuando se le quieren imponer, no los va a asumir”.
“Has cometido un delito”
En opinión de la psicóloga, las medidas y el castigo para los menores que han cometido un delito suelen tardar mucho y “como existe el derecho de que el niño que acude a un juicio puede negarse a hablar y reconocer lo que ha hecho, se produce una consecuencia contraproducente para su desarrollo moral y lo que hará es ir aprendiendo conductas para salvarse de esta situación pero no para asumir lo que ha hecho”.
En el caso de los padres del delincuente, “la mayor parte no suelen asumir sus responsabilidades y suelen decir que el niño siempre ha sido un trasto o prefieren culpabilizar a un entorno que ha engatusado a su pobre hijo”.
También asegura la psicóloga que hay que ir rompiendo con el tópico que asevera que sólo en los hogares desestructurados y con bajo nivel socioeconómico se producen los malos comportamientos de menores. Comenta que “las actitudes violentas se producen en todos los niveles porque están basadas en la falta de límites y eso se da en cualquier estamento social”.
Inmigrantes y delincuencia
La psicóloga asevera que “yo he tenido experiencia con menores en reforma y la mayoría de la población que se encuentra en los centros no es extranjera, sino canaria”.
En cuanto a aquellos niños que sí vienen de culturas o países en los que son más habituales las conductas violentas, dice Ortega que “si la familia salió del país para huir de ese ambiente violento, y en casa no se vive ese mismo carácter agresivo, el niño podrá adaptarse perfectamente al nuevo tipo de sociedad”. Dice que “si se siguen dando vejaciones o maltratos en casa es mucho más complicado reestructurar esa pauta”.
Uno de los correctivos que más se suele aplicar para que los menores paguen por sus delitos es obligarles a realizar servicios para la comunidad o en una organización no gubernamental. Esto resulta especialmente positivo en el caso de que esa actividad tenga relación con la falta cometida, como por ejemplo, en el caso de menores que han roto mobiliario urbano y deben acompañar durante un tiempo a los trabajadores de la limpieza. El tema se complica cuando ha habido agresiones por medio ya que como explica la terapeuta, “habría que ver qué es lo que ha llevado a que el niño cometa este tipo de agresión para poder atajarlo desde el ámbito educativo”.