martes. 22.04.2025

Fotos: Anabel Navarro

Gregorio Nicolás descubrió que era diabético cuando empezó a notar una conducta extraña en su hija de siete años. Todo comenzó cuando una noche la niña no paraba de beber y de ir al baño, de forma anormal. Se le hicieron unas pruebas y se vio que tenía una tasa de azúcar muy superior a la media. Se le diagnosticó que era diabética. Curiosamente la madre y la abuela de Gregorio también tuvieron esta enfermedad que él descubrió pasada la cuarentena. No es el único caso de personas que detectan que padecen diabetes sin haberlo sospechado, teniendo incluso antecedentes familiares.

Que a alguien le detecten un problema de salud crónico en la edad adulta puede hacer pasar a esa persona por las típicas fases de negación o incluso rebeldía. La diabetes en la infancia o en la juventud tiene otra serie de factores añadidos sobre los que toda la ciudadanía debe tener información, sobre todo los docentes que trabajan con menores día a día.

Este miércoles se celebra el Día Mundial de la Diabetes y ADILA (Asociación de Diabéticos de Lanzarote) dispondrá de varias mesas informativas en la calle Real en las que todos los interesados podrán saber con un solo pinchazo en el dedo si son propensos a tener esta dolencia.

Para el tesorero de ADILA, Gregorio Nicolás, todavía existe muy poca concienciación sobre lo que supone padecer esta enfermedad, que afecta a alrededor del 6% de la población, algo más en Canarias, sobre un 7%. El envejecimiento progresivo de nuestra sociedad, que es uno de sus factores desencadenantes, y la llegada de residentes extranjeros de la tercera edad que han decidido pasar esta etapa de su vida en Lanzarote han subido la media.

“Se calcula que más del 50% de los diabéticos del tipo 2, el de la gente mayor de 45 años, desconoce que lo son y hay otro grupo de personas al que los análisis le han indicado que tiene un alto índice de glucosa en la sangre pero han querido hacer oídos sordos a las palabras de los médicos”, cuenta Nicolás.

No es raro. En todas las enfermedades crónicas hay casos de personas que creen que eso no les puede pasar a ellos o que van a superarlo por sus propios medios, sin ayuda de medicamentos. “Es muy triste que algunos lo nieguen porque es muy importante reconocerse como diabético para poner un tratamiento sencillo ya que no hay que hacer más que tener una vida sana y tomarse la medicación”, explica. Por eso, aconseja a la población que de vez en cuando se haga un control rutinario para saber cuál es su estado de salud y “no que pasen los años, no se cuiden y lleguen las complicaciones”.

Existen dos tipos de diabetes. La tipo dos es la que afecta a las personas más mayores, debido a un desgaste del páncreas que o no genera insulina o la genera insuficientemente y su desarrollo es lento. La tipo uno se ensaña con los niños y jóvenes y suele ser más agresiva. Comenta que en este caso el sistema inmunológico ataca al páncreas porque lo identifica con un objeto extraño.

La diabetes tiene cierto componente hereditario y es habitual que varios miembros de una misma familia lo generen. “Aunque no está muy bien definido el tema, las estadísticas muestran que si uno tiene un familiar con diabetes, suelen darse más casos en el entorno, aunque no se da obligatoriamente y menos en los casos del tipo 2”, comenta Nicolás.

Replantearse la vida

Es difícil asimilar que uno tiene que cambiar de hábitos de vida; sobre todo cuando el cambio es a peor. Dejar la comida que a uno le gusta o dedicar un par de horas del día a caminar necesitan una buena dosis de fuerza de voluntad. Pero hay que tenerla. “Se consigue hacerlo y eso es muy importante porque si se controla la enfermedad se puede vivir el mismo tiempo que cualquier otra persona”, asevera. Sin embargo, si uno no se cuida, pueden llegar a generarse problemas gravísimos.

Para el tesorero de ADILA, lo más duro es replantearse la vida. Dice que “al principio hay un período de adaptación en el que tienes que aceptar que eres diabético y tienes que plantearte cómo cambiar de costumbres”. Comenta que “hace falta una preparación para tener hábitos de vida saludables pero es simple: hay unos cursos básicos sobre alimentación y uno tiene que ir reciclándose y dándose cuenta de las barbaridades que hacía con la comida”. Entiende Nicolás que para muchas personas también supone un esfuerzo salir a caminar, sobre todo cuando se trabaja y no se dispone de muchas horas al día. Reconoce que para él ha sido una ventaja poder jubilarse para cuidarse.

Niños y adolescentes, más rebeldes

“Los niños cuando llegan a adolescentes suelen pasar por una etapa de rebeldía y de negar la enfermedad y no querer cuidarse”, comenta. La edad del pavo, difícil de por sí, se complica cuando se padece un trastorno crónico. “El grupo, los amigos, las noches de marcha no son lo mismo cuando uno tiene que llevar una serie de controles”, asegura. Hay que tener en cuenta que un joven diabético bajo ninguna circunstancia puede permitirse el coqueteo con las drogas, el alcohol o incluso los refrescos azucarados, lo que le deja la opción de las bebidas light o el agua para las noches de fiesta. Además, deben ser personas con hábitos saludables como el ejercicio y con la cabeza amueblada para pincharse y saber qué dosis de insulina se necesita. “Si no se cumple a rajatabla con esto pueden terminar en coma”, advierte.

En este caso, la intervención de los educadores o los psicólogos es primordial. Gregorio dice que “los padres tenemos que aconsejar a nuestros hijos diabéticos pero es verdad que a veces es más efectivo lo que les dice un profesional fuera del entorno familiar”.

Nicolás recuerda que ADILA lleva desde 1988 en Lanzarote y la ayuda psicológica fue uno de sus primeros objetivos. Dice que “siempre hemos tenido una situación precaria; somos voluntarios pero decidimos que teníamos que estar ahí y contar con un psicólogo para atender no sólo a los jóvenes sino también a los adultos o a sus familiares”.

Confunden niños diabéticos con vagos

Puede ocurrir que a un niño diabético le dé una crisis en mitad de una clase y se quede dormido, o necesite tomarse urgentemente un zumo o una manzana o acudir al cuarto de baño. Estos comportamientos que no son habituales en las aulas pueden desconcertar a aquellos docentes que desconozcan los síntomas de la diabetes. Nicolás disculpa en cierta manera a los profesores porque “hay muchas enfermedades y es normal que muchos no estén formados en lo que es la diabetes”. Por eso, desde ADILA se habla con todos los padres de estos niños para poder dirigirse a los directores de sus colegios y que antes de que empiece el curso se pueda dar una pequeña formación a los maestros. Si el director da el visto bueno, se ponen en contacto con el Servicio Canario de Salud para que envíen a un enfermero o un médico que imparta estas pequeñas charlas que enseñen a los docentes cómo actuar en cada caso. “Son cosas muy sencillas pero si no se sabe, puede que se confunda una bajada de azúcar con que el niño se ha quedado dormido por desinterés”, comenta. Aconseja que siempre se disponga de medicamentos a mano para casos extremos, que no suelen darse casi nunca, pero que están ahí. También es habitual que el niño necesite hacerse pruebas en un momento que puede coincidir con su estancia en el aula porque “aunque sea pequeño, empieza a conocerse y después de unos meses con la enfermedad siente cuando le está bajando la glucosa y necesita pincharse para saber si necesita tomarse un zumo”. Explica Gregorio que todos los diabéticos suelen hacerse varias pruebas al día para saber la insulina que deben tomar, si tienen que comer en ese momento o por el contrario, deben esperar para hacerlo. “A lo mejor no es la hora del recreo pero el niño tiene un bajón y necesita comerse una fruta a pesar de que en clase no pueda comerse”, explica.

Una vez más, desde ADILA se insiste en la necesidad de profesionales de distintos ramos de la sanidad para que los diabéticos de Lanzarote puedan llevar una vida controlada. Afirma que no sólo se necesita el siempre reclamado endocrino, sino que los podólogos o los psicólogos también son imprescindibles. “Ahora tenemos un endocrino que lleva un par de años como mucho pero es que los que vienen nos duran muy poquito y no sabemos por qué”, se lamenta y reconoce que en algunas ocasiones, los enfermos recurren a la asistencia médica privada, que les supone una serie de gastos que no son costeados por la Seguridad Social. Asevera que hay otra endocrina que está realizando un curso y que para casos puntuales están trayendo profesionales de Las Palmas. Lo bueno es que los medicamentos sufragados son baratos y todo el mundo puede acceder a ellos.

Niños y jóvenes, altamente sensibles a la diabetes
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