martes. 22.04.2025

Lo del no soterramiento de la autovía que sale de Arrecife a su paso por Playa Honda, un túnel de un par de kilómetros mal contados, es la historia que ejemplifica la desidia inversora que mantiene el Gobierno de Canarias en un territorio como Lanzarote. La isla de los volcanes, que es como bucólicamente se llama sobre todo desde fuera a Lanzarote para referirse a las montañas que determinaron el agreste paisaje de los últimos siglos, se mira allende los mares con una mezcla de envidia y desdén. Envidia por su singularidad y por haber sabido conservar lo que ha sido y sigue siendo su principal tesoro, su territorio; y desdén a la hora de determinar que un lugar así necesita del dinero que se gasta en lugares donde no pueden evitar querer más carreteras, más túneles y más palacios de congreso. Lanzarote, como ha determinado en varias ocasiones la mayor parte de su población, no pide ni quiere todo eso, pero sí un mínimo que de algún modo vaya reduciendo la deuda histórica reconocida en un millón de ocasiones en forma de inversiones que hagan que sus habitantes tengan una mejor calidad de vida. No es mucho pedir. O sí. Nueve parlamentarios que tiene actualmente la Isla gracias al invento que se tragaron de acabar con la triple paridad, el equilibrio territorial que tanto costó sacar en su día precisamente a un lanzaroteño y a un palmero de cuyo nombre prefieren ya no acordarse, no han servido absolutamente para nada. La deuda histórica ha pasado a ser deuda gangrenosa o gangrenada. Parece una enfermedad que no tiene cura. Sólo les falta anunciar que un día van a extirpar la peor de las partes, las más enfermas, para anexionarla a otro territorio, ya sea Gran Canaria o Tenerife, donde sigue residiendo el poder del Archipiélago. Y los políticos locales parecen médicos resignados que se dedican a suministrar fármacos paliativos para evitar que la también parece que resignada población sufra más de la cuenta.

soterramiento

El actual Gobierno de Canarias presidido por el socialista Ángel Víctor Torres, como ha sucedido con gobiernos anteriores de diferente signo, no ve en Lanzarote ninguna necesidad urgente. Mientras ha tenido que prestar notable y lógica atención a lo que ha sucedido en La Palma con el volcán de Cumbre Vieja, mientras se rebanaba los sesos para averiguar cómo afrontar mejor que otras Comunidades el reto que ha planteado el coronavirus, Lanzarote no ocupaba ni de lejos un hueco en el lugar donde guarda los problemas a resolver. Políticamente, después de la ayuda que recibieron del Partido Popular (PP), tras el fichaje de un tránsfuga de Coalición Canaria (CC) como Juan Manuel Sosa, tienen blindada su principal institución, el Cabildo, y en los ayuntamientos donde no gobiernan apenas tienen margen de maniobra para hacerlo. Por eso y por otras muchas razones la isla de los volcanes no entra ni una sola vez en la agenda del Consejo de Gobierno donde se sienta una lanzaroteña como Manuela Armas que por lo visto tampoco tiene muchas ganas de plantear una batalla que sabrá que tiene perdida de antemano. Si es que en algún momento le ha interesado alguna batalla.

Lo de soterrar o no nuestra autovía, la única que tenemos y que llamamos así cuando en otros lugares no recibiría semejante nombrete una carretera de segunda o cuarta categoría, es un claro ejemplo de esta gangrena que se está apoderando de la totalidad de la epidermis local. Con el beneplácito de la afición política, el Gobierno de Canarias ha determinado, sin que ningún informe técnico diga semejante cosa, que no se va a soterrar la vía a la salida de Arrecife para evitar el paso por Playa Honda, la localidad residencial más habitada de la Isla después de la capital. El actual alcalde de San Bartolomé, Isidro Pérez, con más voluntad que otra cosa, habla todo el tiempo de coser la zona residencial con la industrial, pero no determina cómo porque no saben realmente cómo obrar el milagro. La única forma real de “coser” ambas partes divididas por esa carretera es el soterramiento y la creación de un gran bulevar por el que poder pasear y disfrutar sin preocuparse del tráfico. Demasiada pretensión para lo que merece Lanzarote. De ahí que tanto desde el Cabildo como desde el Ayuntamiento se hayan resignado a aceptar la propuesta del socialista Sebastián Franquis de que lo mejor es crear una vía alternativa por detrás de la zona industrial que se coma kilómetros y kilómetros cuadrados de suelo rústico. Sólo los que defienden esa opción, mucho más agresiva con nuestro frágil territorio, la pueden defender.

Pero realmente detrás de todo esto se esconde lo de siempre, el dejar que se generen debates políticos en Lanzarote, la isla de las eternas discusiones, para que al final no se haga ni una cosa ni otra. Es más, por cuestiones de tiempo el actual Gobierno que preside el socialista Ángel Víctor Torres no verá ni proyectado ya ninguno de los dos trazados, mucho menos ejecutados. ¿Qué se ha estado haciendo entonces en todos estos años? Sólo y exclusivamente, y no se sabe cuántas veces van, mareando la perdiz.

Este diario, teniendo en cuenta la importancia del asunto, ha cambiado su dinámica de hacer con sus lectores una consulta semanal sobre un tema de actualidad para hacerla mensual. Durante un mes se ha planteado una pregunta clara y sencilla, que ciertamente recibió el principal aluvión de respuestas durante las dos primeras semanas. “¿Cree que el Cabildo de Lanzarote y el Ayuntamiento de San Bartolomé se niegan a pelear por el soterramiento de la autovía de Arrecife por razones políticas?”. Una pregunta sencilla para contestar de forma sencilla.

Después de recoger más de 16.000 votos o participaciones en este mes de julio, la respuesta no puede ser más contundente, como ha venido reflejando la gente que ha participado desde el principio hasta el final. Finalmente, el 90,22 por ciento de la gente que ha opinado cree que sí, que ha habido razones políticas que han llevado a las dos instituciones a no pelear por un asunto en el que no han creído o no les han dejado creer. El 7,54 por ciento entiende que no ha habido esa intencionalidad política y el 2,23 por ciento ha optado por votar que no lo tiene claro, entendemos porque ve que el asunto es demasiado complejo para decantarse por una u otra opción.

Esta encuesta, que no tiene ni trampa ni cartón como todas las que ha realizado este diario, es lo suficientemente contundente para que los políticos con poder en la Isla reflexionen, que es en definitiva lo que les suele pedir la ciudadanía. No parece mucho pedir.

La tomadura de pelo del soterramiento…
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